viernes, 6 de enero de 2012

Matías

¿Te molesta mi amor?
Mi amor sin antifaz,
y mi amor es un arte
de paz.

S. Rodriguez

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Era mi primer domingo en Buenos Aires.
Ya estaba pasada la media noche y a pesar de haber dormido solamente 4 horas desde mi salida de Lima hasta ese momento ( con una fiesta y un reencuentro de por medio ) me sentí nuevamente en Lima. Solo, aburrido, buscando en internet alguien que quisiera seguir despierto.
La gran ventaja esta vez es que tenía a todo el mundo cerca (ese gran puñado de amigos y conocidos que dejé en esta ciudad desde que partí al Perú) pero ¿qué hacer frente a un inminente Lunes de obligaciones y ocupaciones dónde todo este puñado se ve afectado?.
Hay una respuesta, lo
encontré a Mato conectado en Facebook.
Le dije que quería visitarlo y si nos juntábamos a tomar algo. No tardó nada en responderme que era una buena idea. Busqué a la negrita (como cariñosamente la llamo a mi bicicleta), estaba intacta al parecer, pero Nicolás  me advirtió que no iba a llegar a ningún lado con ella ...

El remís me dejó al lado de un Ford Falcon viejísimo ,oxidado , y con una enorme cantidad de tierra frente a él , que impediría cualquier intento de resurrección del auto.
Imposible no recordar la casa de Mato.
Esas puertas de madera totalmente vulnerables a cualquier ladrón, esos árboles que sobresalen por la escasa pared ( de madera también) , y el mismo timbre que no funciona. Toque un par de veces las puertas , pensé que podría llegar abrirlas si seguía golpeando, así que esperé que el anfitrión se asomara.
Y ahí lo vi venir, con una sonrisa de oreja a oreja, y un "¿qué hacés Dieguito?" que me daba la bienvenida a su jungla , su rancho, su lugar.

La casa por dentro , estaba bastante cambiada a mi último recuerdo. Veía por todos lados esculturas de animales, de cabezas de animales, botellas muy artísticamente y estrategicamente colocadas en la parte superior de una pared donde nacía una tela que servía seguramente para combatir el sol. 

Era un taller a simple vista. Me quedé observando cada una de las criaturas con las que me iba a topando, Mato me comentó que Tati , su hermana , estudiaba bellas artes en un instituto de San Isidro ,
-"Mirá vos, es una casa de artistas tu casa ahora", le dije con una sonrisa .

Mato me presentó a cada una de sus plantas y hongos que crecían en el enorme patio que posee su casa. Algunas las llamaba por el nombre, otras las describía sencillamente por el efecto que causaban en las neuronas. El clima estaba espléndido y la noche también.

Buscamos cervezas por todas las calles aledañas a Castelli sin éxito alguno.
Mato ,viendo la situación, me dijo que el único lugar donde encontraríamos algo abierto a esa hora era en la villa, no recuerdo bien el nombre, pero le dije que no había problema en "meternos" para encontrar cervezas.

Me intrigaba en realidad, ver eso que en Buenos Aires le llaman "villas", siempre suena a marginada esa palabra, a delincuencia, a malvivientes , merca , paco, negros, cabeza, cumbieros y etceteras. Pero yo quería ver, yo era de nuevo un observador de cada calle que pisaba, y durante mis largos años en Argentina jamás había pisado una .
 

No sentí miedo en absoluto, seguramente por la presencia de Mato, un conocedor del lugar , sobre todo en esas noches "en las que el sueño no llega Dieguito"...

Mato tenía un gran problema, se habia metido demasiado con la coca, al punto de sufrir ataques de paranoía.
Algo sabía, antes de llegar a él, de este asunto, pero quería presenciarlo, quería y estaba interesado en saber cómo estaba. Su cara no mentía cuando se transformaba, y respiraba agitado. Parecía que en cualquier momento se podía , quién sabe si en el increíble Hulk, en el mismísimo demonio o qué . Ahí comprendí que no era mentira lo que de él se comentaba, inspiraba algo de miedo es cierto , pero siempre me mantuve cauto y escuchándolo.
Hasta que un poco a propósito y otro por ganas propias de que bajara las revoluciones .
Empecé a comentarle lo lindo de estar en Buenos Aires, los miedos y las lágrimas por las que pasé en Lima, los lugares donde aprendí a comer solo , y lo contento que estaba de poder darme una vuelta por estos lares cada tanto. 

Me escuchó atentamente, y su cara volvió a ser la misma. Me confesó cada unas de las extravagantes aventuras sexuales por las que atravesó todo este tiempo, la simpleza con la que se tomaba las relaciones con el sexo opuesto y culminó en un "te veo bien Dieguito, yo también me quiero poner las pilas".

Me ofreció dormir en un sillón del comedor, me alcanzó una sábana y se fue a jugar Counter Strike.
Dormí muy cómodo y con uno de sus gatos caminando por mi espalda , algo así como un servicio de masaje relajante para agarrar el sueño.

Al día siguiente me despertaron unos ruidos de martillos y cinceles que se escuchaban desde su patio-jungla. Salí a su encuentro y me topé con una imagen hermosa. Mato martilleando y dándole forma a una especie de cenicero, sentado en un pedazo de árbol que le servía de asiento, la pava a su lado , un cigarro en su boca, y la voz de Silvio Rodriguez de fondo, muy de fondo...

-"¿Tomás unos mates Dieguito?"

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