viernes, 24 de febrero de 2012

Domingos cobardes

"Vamos a hablar de estilos, de Bresson
De los indios ranqueles, de tú y yo...
Me equivoqué,
qué voy a hacer ...
Me veo tan sonzo
Me veo tan tonto
Irme del pueblo 

a leer y vivir solo"

Fito Páez

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Se había vuelto una costumbre juntarnos a ver películas en mi casa. El día elegido eran los domingos, a los habíamos bautizado "domingos cobardes" (en una clara alusión a la canción de los Caballeros de la quema). Nuestras "butacas" era un sillón viejo y sucio que compré a mitad de precio al hermano de el Barba , cuando este último decidió mudarse al sur de la Capital Federal.
No importaba tanto el comfort de mi casa en realidad, lo que importaba era esas películas que nos recomendaban o escuchábamos por algún lado, en bocas de otros, o rebuscándo en IMDB.org .Las buscábamos y descargabamos vía internet durante la semana laboral.
Una vez descargadas , cualquiera de los dos era responsable de anunciar lo que había en cartelera al otro . Vimos grandes películas. Recuerdo que había comenzado a estudiar Artes Electrónicas en la UNTREF y allí me enseñaron que existían Orson Welles, Bresson, Jodorowsky , Jim Harmusch , y una lista grande de directores que jamás había escuchado en los cines hollywoodenses de los shoopings.
Demian contribuía a esta lista  con alguna que otra reliquia del cine nacional (argentino) y con sus favoritas de Almodóvar, Subiela y Woody Allen. El domingo era  de pastas ,de películas y de ponernos tristes.
Sí, cuánto más triste , reflexivo y gris terminaba, más sentíamos que la jornada había concluido acorde a un domingo cobarde. Y eso nos hacía felices, y nos unía más que un abrazo o cualquier otro gesto de demostración de afecto, porque en eso siempre fuimos fríos ...

Un día se nos unió alguien más a esos domingos cobardes,  Natalia.
Demian la había conocido dando clases en un instituto informático.
Era una rubia preciosa , una barbie en persona, pero nada de tarada . Al contrario, tenía una chispa y una simpleza en su forma de ser que encadilaba más que sus celestes ojos.
Eso seguramente lo llevó a Demian a unirla a nuestros domingos cobardes (algo que se había convertido en sagrado para nosotros como la misa dominical para los católicos) en aquel sillón sucio y ese escritorio con los cajones rotos que sostenía el monitor cuadrado donde veíamos nuestras películas favoritas.

Pensaba que Natalia se iba a incomodar con nuestros domingos cobardes, que capaz se aburriría con alguna de las películas, o que jamás iba a emitir opinión terminado el largometraje. pero todo lo contrario, resultó que la rubia se adaptó perfectamente, y que le encantaba compartir con nosotros, lo que nosotros compartíamos y que a la vez nos compartían otros a nosotros.

Fue un  gran intercambio. Demi, desde que la conoció, tenía el prejuicio de la rubia tarada para con ella, nada de eso. Se convirtió en su gran compañera, en su maga blonda.
Sin pretenderlo habíamos armado un pequeño circulito, que nos unió y en donde sentíamos  que en cada encuentro nos llevábamos algo.Le fuimos agregando poesía y libritos, hasta en algún momento soñamos con incluir más gente y armar algo cultural, pero no sucedió. Porque duró poco  como todo lo bueno. Natalia buscó un marido, yo me vine al Perú y no regresé. Y Demian fue el único que hasta el día de hoy le rindió homenaje a los domingos cobardes...
Fue inevitable que se me venga a la mente todo esto, la niña peruana me preguntó si vi Amelie y yo quiero contarle toda esta historia. Mejor me la callo, recién la conozco.

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